Los primeros vínculos: el Tacto
- 5 jul 2021
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Probablemente este es uno de los sentidos más importantes que tenemos a mano a la hora de pensar en la relación madre-bebé. Primero, se va gestando un intercambio incipiente, pero intercambio al fin y al cabo, gracias al con-tacto de las pataditas del bebé en el útero materno. Partimos desde ahí.
Mirado así, el parto viene a ser un encuentro o quizás un re-encuentro, con un otro con quien ya se venía articulando una forma de comunicación. Porque ya a partir de la semana 24, contamos con ciertos patrones de vigilia-sueño que van permitiendo reconocer momentos de interacción más llamativos, siempre a través del tacto.
Por lo tanto, llegamos a recibir a un recién nacido con algo de este camino de comunicación sensorial avanzado. Y el nacimiento nos da infinitas posibilidades para seguir desarrollando esta forma de vínculo, para fortalecer la comunicación. Mientras un niño no entra en el terreno del lenguaje simbólico, con más fuerza aún están ancladas en el cuerpo la expresión de las emociones y de lo que le sucede. Por ende, más prioridad y atención hay que darle a los signos físicos que nos muestra un recién nacido, y mayor es el impacto que tienen nuestras acciones en su cuerpo.
Es bastante sabido ya cómo el sostén físico del bebé lo ayuda a regularse emocionalmente. Pero vamos más allá, y desde la psicología sabemos que envolver a un bebé, tocarlo cuando llora, alzarlo a la altura de nuestros ojos, o hacerle cariño va en directa ayuda del camino de integración sensorial y corporal que debe recorrer, para desarrollar su identidad. Tocar organiza el mundo mental, emocional y físico del bebé. Tocar físicamente pone un límite al desborde de las intensas emociones por las que navega un bebé e incluso, un niño. Tocar, en definitiva, pareciera poder proveer al recién nacido una forma de envolverlo que traspasa lo físico, constituyendo en las profundidades de su experiencia emocional los primeros cimientos que lo ayudarán en su posterior autorregulación, en el reconocimiento de sus emociones y de quién es él. Para sí mismo y para el otro que lo cuida.
Hablamos entonces de una forma de tocar que busca ser profundo y nutritivo para el psiquismo del bebé, que a través de un gesto físico en realidad quiere intentar comunicar que se acoge el estado emocional, se sostiene lo que esté pasando y se responde con un gesto cálido y amoroso, calmando así la ansiedad. Es un tocar sensible, con sentido emocional, que intenta traspasar la barrera de lo físico. Tan profundo y tan lleno de amor, como cuando una madre o un padre toca la panza de una mujer embarazada; porque siente en sus profundidades que en realidad es una caricia que le llega al bebé.
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